Luego de varias semanas ausentes, producto del exceso
de trabajo y falta de tiempo, las anécdotas universitarias se han duplicado más.
Para hacer un lindo y hermoso resumen comencemos por el inicio de esta semana,
mejor conocida como:
La
Sexta
Debo aclarar que el inicio de esta semana estuvo
iluminado por la belleza de mi cumpleaños. Esta belleza sirvió, o quizás no, de
amortiguador para la pesada semana que me esperaba. Por primera vez en mi vida
pasé mi cumpleaños haciendo tarea y estudiando para un examen para el día después
de mi cumple. Eso sí, gracias a las maravillosas amistades que tengo mi día
estuvo lleno de sorpresas y alegría. Aun con todo lo que tuve que hacer, las
constantes felicitaciones de mis amigos no permitieron que mi estado de ánimo disminuyera.
El sacrificio del día de mi cumpleaños de estar
estudiando tristemente no valió de nada y me di la quemada más grande de mi
vida en el examen por el cual me maté estudiando. Altas y bajas de la vida… debido
a esa achicharrada ya estoy estudiando para el siguiente examen, gracias. Creo que
más que una perdida (sin contar los puntos perdidos claro) el fallar en ese
examen me enseñó una lección y me dio herramientas en cierta manera para no
caer en lo mismo otro día.
Ahora bien, la sexta no estuvo llena solo de
tristezas, estuvo caracterizada en lo personal por descubrir un nuevo hallazgo
sobre el conocido ya Síndrome del Ingeniero. Las previas 2 semanas a esta estuve compartiendo mi hora de almuerzo con
un interesante grupo de ingenieros. Los “descubrí” por casualidad y gracias a
ello entendí porque los ingenieros en sistema y software son invisibles, todos
se encuentran juntos en lo que llamaré: La sede de la Felicidad.
En lo que llevo de inteciana, nunca había visto a tantos
estudiantes juntos y felices en el campus de la universidad. Debo admitir que
su alegría es contagiosa y esto da paso al hallazgo que encontré… El síndrome
es contagioso, MUY contagioso. Increíble, pero ciertamente me encontré en
varias ocasiones en la biblioteca con mi voceómetro por encima de 10 y cuidado
si por encima de 15. Cuando mi mejor amiga me dice: “Shh! ¡Baja la voz! Estas
gritando” dije: “¡Oh rayos! ¡Estoy contagiada!”. Así que si, es contagioso, silencioso y verdaderamente
provoca felicidad. He descubierto muchísimas cosas de los ingenieros que me
hace pensar que ellos son mucho más que simples seres humanos con anomalías
voceométricas.
Alejándonos un poco de los ingenieros, volvamos a mi área.
La semana pasada me di cuenta de un “síndrome” que poseemos los estudiantes de
medicina. Cuando fui a comprar un plato de frutas al frutero, valiendo la
redundancia, me encontré con 2 compañeros y amigos los cuales se encontraban en
las mismas que yo, comprando fruta. Nos pusimos a hablar y a relajar un poco
para botar el estrés en lo que nos preparaban nuestro plato. Cuando le entregan
sus platos ellos deciden esperar a que me entreguen el mío. Había pedido que le
pusieran mango al mío, así que el frutero buscó uno entre los que se
encontraban en las cajas de fruta. Cuando lo levanta, notamos que un pedazo del
mismo se encontraba negro y abultado. Lo cómico del asunto fue que lo primero
que se me ocurrió decir fue: “¡Válgame! Ese pobre mango tiene cáncer, ¿no le
ves el melanoma?”, obviamente estaba relajando haciendo el chiste más nerd de
mi vida, lo peor fue que mis compañeros entendieron el chiste y nos reímos como
una gran partida de bobos. Fue ahí donde me di cuenta de que se nos había subido
la Biología a la cabeza.
Por ahora eso es todo, bueno casi pero tengo que irme.
Me esperan por terminar 2 prácticas y un trabajo que entregar, todo para
mañana.
Solo faltan 5 semanas más para tener 2 semanas de paz.
Vacaciones, ¡lleguen ya!